23/11/08

Sin engaños (modificado)

El experimentado mago tomó con la derecha el pulgar de la izquierda; se concentró buscando la forma de fusionar honestidad con profesión; decidió por esta única vez, hacer el truco dejando de lado el engaño, e inevitablemente se arrancó el dedo de la mano.

Tal vez lo suyo no es la magia… tal vez deba buscar una magia más convincente como la astrología… ¿quién sabe? Seguramente alguna vez logre su fusión, son esos caminos que se iluminan una vez caminados.

21/11/08

Busca polos

El pibe delivery entregó el pollo con fritas, pero olvidó darle el imán, para que el científico pegue en su heladera. Oportuno, antes de irse lo adjuntó al picaporte de la reja.

Hoy, a punto de entrar en El Gran Laboratorio, el destino quiso jugar con su expectativa: podría participar en un descubrimiento magnético trascendental, o ser condenado a sostener en la heladera (mientras duren sus fuerzas), el ordinario anuncio de una roticería.

17/11/08

La aventura del hombre.

Examinaba una especie con su lupa, y le resultaba estúpidamente extraña: Uno tenía un poco de alimento en sus mandíbulas, pero en lugar de comerlo, corría para entregárselo (entero), a otro que se lo reclamaba. Éste, a su vez, lo mezclaba con algunas sobras, y dándole dos o tres mordidas, se lo entregaba rápidamente a otro que se lo exigía. Quien lo recibía, volvía a mezclarlo con más sobras que guardaba, y se comía brutalmente una bola sobredimensionada de alimento, quedando inmóvil por su gula. Una vez que puede moverse, recoge todas las sobras, las pone en venta... el primero las compra... y este cuento parece no tener final.

12/11/08

Bicicletero pero soltero.

Después de caer en la cuenta de que la pinza y la llave inglesa eran las herramientas indicadas (afrontando los posibles machucones), decidió arreglar su frenada bicicleta.
Sensible a las proyecciones, se convenció de que su vecina no se interesaba en él, porque sabía exactamente qué decir para enamorarla, diez minutos después de verla.
Todo, culpa de la bicicleta.

El tercer machucón de la tarde le acalambró el brazo, pero nada dolió tanto como el silencio bobo que hizo cuando pasó la vecina. Después, el balbuceo de un saludo, le dio un aspecto más bobo todavía. Y como si hubiera tenido que llegar al fondo para poder volver… respiró hondo, y pasó no sé cuántos días y noches enteras, comprometido en desenfrenar su bici.

La mañana que se decidió a probarla, él caminaba por delante, y la bici lo seguía. En la vereda, le ordenó bajar a la calle junto al cordón, y la bici obedeció ¡Era genial! Con el impulso de una pedaleada, logró dar una vuelta completa a la manzana.
Llegando a su casa, la vecina lo esperaba, encantadísima por la dedicación que le puso a su bici. Nuestro amigo (despavorido) entró y le cerró la puerta con llave.

Sabía que la bicicleta de su vecina estaba, desde hace años, completamente abandonada.

9/11/08

Girando.

En esa moneda que se lanzó al aire, dos caras luchan por ser elegidas. Cada una por su lado, hacen fuerza por quedar arriba. Del lado brillante, pasan al oscuro, mientras se cumple la trayectoria.

El que ahora ve la luz, eufórico, no detiene su festejo; mientras en el opuesto, el oprimido, paciente guarda silencio. Sabe que el juego no ha concluido: un giro fatal sobre la otra mano, lo dejará triunfante en este aleatorio y macabro juego, donde ganará el menos pensado.

4/11/08

ESTIGMA DE UN RASPÓN.

Ahora, a mis veintidós, mi viejo trota unos metros y suelta mi bici (otra vez) ¡Me emociona ver como me desplazo por mi cuenta! Pedaleo, pedaleo y… ¡zas!:

me cruzo con un tipo que sólo piensa en dinero. No come por dinero, no duerme por dinero, no tiene nada, sólo dinero dinero dinero. Acepto (no sin resignación) su invitación a ser parte de nuestra civilización (debo Ayudarlo a conseguir más dinero), porque de tanto buscar el dinero, se le acabó el dinero que tenía para hacer más dinero.

Vuelvo a mí, y no sé cómo pasó. Apenas (muy lentamente), puedo sacar mi pie de entre los rayos de la rueda. Me zumban los oídos, arden las palmas de mis manos (están llenas de piedritas), estoy en el suelo, un poco mareado, dudo si reír o llorar. Analizo la situación: gruesa gota de sangre que brota de mi rodilla. Papá (lejos del accidente). Llego a una conclusión: más que mi rodilla ensangrentada, me duele la dignidad. Porque se supone que no tenía por qué caer después de semejante empujón.

“No hay que hacerse problemas, ya pasará” (me enseñó a decir): ya pasará…