Bicicletero pero soltero.
Sensible a las proyecciones, se convenció de que su vecina no se interesaba en él, porque sabía exactamente qué decir para enamorarla, diez minutos después de verla.
Todo, culpa de la bicicleta.
El tercer machucón de la tarde le acalambró el brazo, pero nada dolió tanto como el silencio bobo que hizo cuando pasó la vecina. Después, el balbuceo de un saludo, le dio un aspecto más bobo todavía. Y como si hubiera tenido que llegar al fondo para poder volver… respiró hondo, y pasó no sé cuántos días y noches enteras, comprometido en desenfrenar su bici.
La mañana que se decidió a probarla, él caminaba por delante, y la bici lo seguía. En la vereda, le ordenó bajar a la calle junto al cordón, y la bici obedeció ¡Era genial! Con el impulso de una pedaleada, logró dar una vuelta completa a la manzana.
Llegando a su casa, la vecina lo esperaba, encantadísima por la dedicación que le puso a su bici. Nuestro amigo (despavorido) entró y le cerró la puerta con llave.
Sabía que la bicicleta de su vecina estaba, desde hace años, completamente abandonada.
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