Tiro libre
La falta es evidentísima. Todos en la cancha notamos la injusticia. El árbitro está bien pagado... pero no encuentra excusas para evadir tremenda agresión.
El panorama es el siguiente: todos los jugadores discuten.
Del equipo en falta, hay quienes justifican lo injustificable; algunos otros, dan fe del error, pero sólo entre ellos, en voz baja, sin hacer nada; mientras que otros, de brazos cruzados esperan que los agredidos se cansen.
Presionando al árbitro contra la esquina, los jugadores en desventaja, intentan hacerse valer. Están los más violentos, que insultan sin llegar a nada; mientras que otros (sin perder su postura), intentan cobrar lo que les corresponde. Pero hay un grupo, que sin ser vistos por nadie, se apartan del disturbio llevándose la pelota. Van hasta el lugar de la falta, y en silencio, toman distancia decididos a dar el mejor puntinazo.
Me dirán que hay un problema... que el árbitro no dio la orden. Pero ante semejante injusticia, no habrá nadie en el estadio con el coraje suficiente, para negarles que están en todo su derecho de dar vuelta el partido.
2 comentarios:
Las mejores soluciones son las que evitan los confrontamientos, que la mayoria de las veces develan conflictos que no tienen nada que ver con el problema original. Excelente maestro!!!
¡Hola, Pablito! Comparto su solución, amigo. A veces, la mejor forma de ganar el partido es seguir jugando, y no dejarse calentar por un árbitro vendido.
El cuento está dedicado a vos, y los demás locos de la azotea, que (como grandes amigos) comparten lo que sienten.
¡Un fuerte abrazo!
Santi.
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