11/2/09

La queja de mis cosas.

El espejo: “¡Jaaaaaaaa jjajjaja! Juaaa juajajajja ja ay Dios…”

Las ojotas: “Macho, no somos de “training”, no podemos ir hasta el hiper y volver, ir hasta la plaza, volver; salir de paseo al parque, volver… de la cama a la cocina, al sillón, al baño, al patio…”

La taza del desayuno: “Otra vez sopa… ¡Hasta cuándo voy a soportar este gusto a mate cocido!”

El reloj de la cocina: “¿Por qué me mirás con esa cara, acaso no son las 14.04? Si tenés hambre, te ayudo a preparar algo, pero ya no me mires así…”

El pan: “¿Ni un caldito Knorr tenés en la heladera? Este es el arroz más desabrido que he acompañado.”

La silla del escritorio: “¡Aay! Me duelen to-di-titas las astillas. Si al menos tardaras un poco más en preparar el mate y volver a tirarte arriba mío…”

El inodoro: “¡Adentro papá, adentro…! Te llevas esas medias al lavadero, porque acá nos asfixiamos todos…

El cepillo de dientes: “Se-dien-to… ya tengo secos todos mis filamentos… si no vas a usarme al menos poneme abajo del grifo…”

La almohada: “¡Basta! Hoy te buscás otra a quien abrazar. Ya me estás deformando.”


2 comentarios:

Manuelita dijo...

Jejeje, me recordaste una película de dibujos animados que se llama Nocturna, en la que se muestra que las situaciones y cosas de la noche tienen causa viviente.
Te la recomiendo.

mm...si producciones. dijo...

¡Si son dibujos animados, deme dos!
La vamos a buscar, a ver con qué nos encontramos.
Últimamente, me interesan mucho los entretenimientos para chicos. Estuve pensando hacer algunos cuentos, pero me doy cuenta de que los chicos son tan (o más) exigentes que el resto. Y eso me alegra bastante.

Gracias por el aporte.

Besotes de ceros y unos!