Tomó uno de los cuchillos más grandes del negocio, y saltó el mostrador persiguiendo al perro de La Chola, que astutamente se adueñó de una tira de chorizos colorados. Ancho y de patas cortas, no es ningún zonzo y sabe que si no se apura, él terminará en el heladera del carnicero. Apresuró el paso, y casi de milagro escapó al machete refugiándose entre las polleras de su dueña, asomó el hocico y presenció el más ardiente cachetazo que alguien haya regalado. Y no porque persiga a su mascota fiel, con un machete afilado, sino porque las costillas que compró ayer -esas que eran puro hueso-, sin que La Chola se dé cuenta, el degenerado se las cobró dos veces.
3 comentarios:
Anónimo
dijo...
A la salida, el carnicero temió por su integridad al ver que Chola, no estaba chola, sino con su pecho y sus chicos.
3 comentarios:
A la salida, el carnicero temió por su integridad al ver que Chola, no estaba chola, sino con su pecho y sus chicos.
jajja, ya se sabe que uno no debe confiarse, y hacerse el guapetón porque ande Chola...
jajajajja, como me gustan esos relatos que se leen con imágenes mentales...
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