12/2/09

Prisionero de su oficio.


Quería gritar que está secuestrado, cansado, angustiado, sin saber hasta cuando… hacer escuchar sus propias palabras, sus convicciones. Pero no hacía más que chistes malos, y el público aplaudía enloquecido.

Qué podía hacer el ventrílocuo, si ahora, quien maneja la situación, es el muñeco.

2 comentarios:

Manuelita dijo...

Este micro-relato demuestra que a veces lo breve puede ser más angustiante que lo que no lo es. Será por intensivo.

Psicología regalada (mejor que barata): muchos de nosotros, muchas veces, nos la pasamos tratando de convencer que lo que decimos es todo de lo que hay, enmudeciendo lo verdaderamente dueño.

Me encantó

Besos muchos

mm...si producciones. dijo...

Manuelita, me encanta tu interpretación; porque es algo que escucho a diario.
Supongo que es el miedo a la incertidumbre, al “no se qué pasará”, lo que lleva a justificar con los discursos más convincentes al pájaro que uno tiene en la mano, en oposición a los cien que están volando.

¡Un GRAN abrazo!