19/2/09

Anestesia.

Estaba en el recreo largo con su mejor amiguita, que rechazaba la propuesta de ir a escribir en las paredes de la vieja casa abandonada, porque tenía que decirle algo, y es que con él… ya no sentía lo mismo.

Las últimas palabras, se desordenaban en un confuso eco y se perdían en un precipicio, por el cual, también él caía. Lo envolvió un vértigo nauseabundo que no terminaba nunca de desmayarlo.

-“¡Mauro, esperá! Creo que me entendiste mal. Quise decir que// Como// amiga, ya no siento lo mismo. Y es que// te quiero mucho// te amo.”

Nada es más importante para él que la intensidad de ese beso. Mucho menos ahora, que ese mismo recuerdo anestesia la caída accidental -que segundos más, segundos menos-, el precipicio, al andinista, dará su fin.

3 comentarios:

Manuelita dijo...

Hay palabras perfectas y esperadas que desgracian por inoportunas.
Antes que saber qué decir, es más importante saber cuándo decir.
Besos

mm...si producciones. dijo...

¡Muy cierto el comentario, Manuelita!
De hecho, este texto surgió porque me estaba dando vueltas en la cabeza una carta, que encontré hace unos días, de una noviecita de primer grado.
Y tu comentario me hace pensar en el gran valor que le daría, en la actualidad, a la sinceridad de un “te quiero mucho” que inoportunamente me dijeron a los seis años.
Aunque sí inoportunas, muy poco desgraciadas... recordar esos momentos, son uno de mis mayores tesoros.
¡Un abrazo,Manuelita!
¡Sos una gran persona, Manu!

Manuelita dijo...

Puf, vaya halago! Muchas gracias Santi.